Una campanita en la motocicleta, signo de amistad solidaria y fraterna.
En el gremio del motociclismo, es una tradición regalar una campanita, misma que se coloca en la parte baja del chasis; esto tiene un gran significado, basado en una leyenda, que a través del tiempo se torna interesante y muy siginificativa; así tenemos que la leyenda nos dice, que hace algunas décadas, durante una noche invernal, un viejo motociclista regresaba a México, con sus alforjas repletas de juguetes, regalos y otros artículos pequeños, para obsequiarlos a niños de un albergue cercano, donde trabajaba.
Durante el trayecto de ese viaje nocturno, avanzaba sobre la carretera y a la vez pensaba lo afortunado que era con la vida que le tocó disfrutar, sobre todo, con la apreciada e incansable compañera de viaje, que siempre entendió su necesidad de rodar libremente miles de kilómetros en carreteras, aludiendo a su vieja motocicleta, que jamás lo abandonó y lo llevó, por muchos años, a lugares nunca imaginados y que dejaban recuerdos imborrables.
A poco más de 60 kilómetros de la frontera, en medio de la oscuridad del desierto, observó un grupo de criaturas pequeñas nocturnas, mejor conocidas como “duendes de la carretera”; esos personajes traviesos que les da por dejar objetos tirados, zapatos y artículos diversos; también, siendo ellos quienes se encargan de cavar baches mortales, en los que llegan a caer motociclistas distraidos, ocasionándoles daños severos, que se llegan a desencadenar en accidentes fatales; y todo ello, con el fin de divertirse.
Tras salir de una curva pronunciada, fue interceptado por el grupo de esas criaturas, quienes le provocaron perder el control de la motocicleta, haciéndolo derrapar, hasta conseguir que se cayera. Tal fue el daño, que una de las alforjas se desprendió tras impactarse en el pavimento. Tirado sobre el asfalto y sin poder moverse, los “duendes del camino” empezaron a rodearlo, por lo que sin poderse mover, los pequeños duendes lo acosaron y sin rendirse, comenzó a lanzarles divesos objetos, finalmente, sin otra cosa más que aventar que una campana, que empezó a sonarla con la esperanza, cuyo sonido espantara a los duendes traviesos.
A no más de un kilómetro, de ahí, dos motociclistas acampaban, en torno a una fogata, donde comentaban las experiencias de la jornada de ese día, resaltando temas como la sensación de libertad a bordo de sus máquinas y el roce del viento sobre sus caras, durante las rodadas por las diversas carreteras y caminos de sus travesías motorizadas.
En el silencio nocturno, característico en el campo, escucharon el tañido de una campana, muy similar al de una iglesia, por lo que atendiendo su impulso de curiosidad y saber de dónde venía ese sonido, a esa hora, se dieron la tarea para ubicar el origen de ese singular ruido, hasta llegar donde se encontraba el viejo motociclista acosado por los duendes malosos. Sin tomar otra alternativa y movidos por la fraternidad, que caracteriza al gremio motociclista, de inmediato se acercaron a ayudarlo, espantando a los duendes, hasta lograr alejarlos del lugar.
Como respuesta al noble gesto solidario y oportuno, el viejo motociclista, quizo pagar el servicio; pero, como es conocido en el mundo del motociclismo, los que acudieron en su apoyo no aceptaron la paga, por lo que el viejo amigo fue a cortar dos tiras de cuero, de sus alforjas, para amarrar en un extremo una campana y en el otro, en el chasis, en la parte más cercana al suelo y les explicó que esas campanas colocadas en sus motocicletas, los protegerían de los “duendes del camino” y que si llegasen a tener algún problema, sólo bastaría sonar la campana para que algún hermano motociclista venga a ofrecer su ayuda.
Ante esta significativa leyenda, debe quedar claro, que cuando veamos a un motociclista con una campana, colgando en la parte inferior de su motocicleta, sabremos que él ha sido bendecido con lo más importante que podemos tener en la vida….. la amistad fraterna y solidaria de otro motociclista.